ENSAYOS Y RELATOS

 

Ya yo lo veo, respondió Sancho, y así en mí la gana de
hablar siempre es primero movimiento, y no puedo dejar
de decir por una vez siquiera lo que me viene a la lengua.

Don Quijote, Cervantes,
Primera parte, Capítulo XXX

 

 

 

Elogio a la Novela Policíaca

 

 

 

 

Gana de Hablar
Obras completas de Alejandro Carrión

 

Este libro lleva un título que en el habla popular significa deseo vehemente de charlar cosas intrascendentes, sin norte preciso, y es, en realidad, un cajón de sastre. Caen dentro de él toda clase de invenciones, anécdotas y teorías y no pocos pastiches, remiendos, refritos, adaptaciones, parodias, falsificaciones, tergiversaciones y, claro está, burlas y aun serias razones, emociones sinceras, admiraciones de buena fe, amores apasionados, envidias, melancolías, aflicciones, odios gratuitos o muy bien motivados: de todo hay aquí, pues de todo hay en la gana de hablar de la gente, de quien camina por una calle llena de vecinos y va deteniéndose a charlar con éste y con aquel, de esto y aquello.

Téngase en cuenta, empero, que es diferente la gana de hablar del hablar de gana: el primero es un deseo honesto, difícil de contener, que lleva a cambiar ideas y emociones, novedades y vejeces con los prójimos, entrando en comunicación con el semejante, lo cual es casi una obra de misericordia. Hablar de gana, feo vicio, es, en cambio, la verborrea, el rellenar el tiempo vacío con palabras vacías también, de las que en la otra vida hay que dar cuenta a Dios. Este libro, clásico cajón de sastre, no es producto del hablar de gana sino de la gana de hablar, impulso natural del ser humano, que nos introduce en el común de la colectividad y nos reúne íntimamente con ella.

No hay en este libro, entre tantas palabras y razones, originalidad ni vana pretensión de conseguirla y ostentarla. Las ideas expuestas son casi siempre obvias y las que aparecen con algún aspecto de novedad o extrañeza no la tienen en forma alguna y su ordinariez se averigua enseguida. El tono, que varía casi intolerablemente, va desde el habla familiar a la engolada redacción más amanerada posible, desde la más chata prosa periodística hasta la declamación más descarada. Las ideas se toman de aquí o de allá, sin que importen repeticiones, contradicciones, reiteraciones, en fin: toda clase de ripios y retruécanos son aquí bienvenidos. El pobre idioma castellano sufre, a causa de tanta calamidad, estirones desconsiderados, pero el autor aspira a ser absuelto de este grave pecado en vista de que ama apasionadamente esa vieja y deliciosa lengua y la respeta y ese amor respetuoso se percibe a simple vista en estas líneas, aun cuando la peregrina índole de estas patrañas obligue al maltrato que le hemos inferido.  

Mucho acerca de gentes, cosas y tierras de América, de su historia, de sus desdichas y venturas, de sus costumbres y creencias, se dice aquí y, en especial, se dice del Ecuador, patria de quién escribió estas páginas. Todo eso y lo que a España se refiere denuncia un amor muy grande, que sobrevive a la índole irrespetuosa y volandera de la mayor parte de esas invenciones. En realidad, el autor siente a España y a América como una patria una sola, no un conjunto de ellas: y le dulcía la existencia de fronteras fragmentando esta unidad vital, porque las considera un inicuo desacato contra esa patria única y un pecado mortal. El autor quisiera verlas desaparecidas y sabe que tanta belleza no ocurrirá, a causa de lo fea que ha sido gran parte de la historia y de la mala índole de la mayoría de las gentes, pero tanta desdicha no obsta para que proceda como la verdad lo pide: como la razón lo ordena: como el deseo lo exige: como si toda la inmensa y varia tierra en que se habla el castellano fuese una sola patria, sin fronteras y sin pasaportes.  

El autor, ser humano común y corriente, igual a los demás seres humanos, tiene, como ellos, convicciones, emociones fraternales, aspiraciones, anhelos muy arraigados, supersticiones cultivadas con ahínco: aquí todo eso se expresa, diríamos, barrocamente, con mucho desenfado y mucho humor, que es a veces negro humor, y con mucho amor, que nunca es negro. El lector, si no tira el libro muy pronto, arrepentido de haberlo comprado, y domina la indecible antipatía hacia el auto que de sus páginas emana, podrá, inclusive, coincidir con alguno de esos amores y con alguna de esas convicciones. Para que tolere los otros, los que sean absolutamente opuestos a los suyos, no apelo a la democracia, que es un mito, sí a nuestro cristianismo, que no lo es: le ofrezco mi mejilla y le pido que él, a su vez, me ofrezca la suya. ¿Cómo? Pues soportando lo que en mis razones le sea odioso. Que acepte mi palabra de hombre bien nacido, de que todas mis convicciones brotan de un intenso impulso filantrópico, que no es adquirido, sino un producto silvestre de mi ser.

Finalmente, algo sobre el origen de este cajón de sastre. Estas páginas sin importancia nacieron de un honesto deseo de divertir al prójimo, cansado de la pesada tarea de vivir esta vida, ofreciéndole la mayor variedad posible de temas, livianamente tratados, y aun alegremente, hasta en aquellos en los que es negro el humor, pues también hay una negra alegría. Se pide leerlo como si toda la pesadumbre cotidiana hubiese podido echarse al pozo. Casi todas estas invenciones aparecieron en el diario quiteño "El Comercio", en cuyas páginas dominicales encontraron cordial acogida, gracias al buen humor de Jorge Mantilla Ortega, amigo inolvidable, entonces director del decano de la prensa capitalina. Las firmé entonces con el pseudónimo de John Doe, Juan Nadie, Fulano de Tal y tuve el placer de comprobar que las buenas gentes, tras leer con agrado cosas tan poco importantes, discutían conmigo quién era John Doe. Gocé viendo cómo estas patrañas se atribuyeron a diversos escritores, excelentes unos,plúmbeos otros, y cómo casi nadie se acordó de mí para atribuírmelas.

Más tarde, viviendo yo en Washington, reemprendí este amable ,ejercicio: esta vez fueron mis chácharas acogidas con sincera simpatía en las hermosas páginas de la revista "Vistazo", gracias al buen humor de Xavier Alvarado, amigo de toda la vida, a quien tanto deben la prensa y la televisión ecuatorianas. Confieso, al terminar estas líneas introductorias, mi temor de que este libro no consiga ser leído. Hay tanto buen libro que leer, que es locura aspirar a que un mal libro se lea: pero teniendo en cuenta que la suerte de la fea la bonita se la desea y pensando que estos años que vivimos son años de locos, talvez haya siquiera uno de ellos que llegue a leer todo lo que aquí se le ofrece. Expreso esta esperanza y saludo esa locura poniéndome de pie y extendiendo la mano.

Conocoto, 1984

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INDICE

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América descubrió Europa
Adán y Eva fueron Sudamericanos
Los indios son de origen Vasco
El rostro de Colon
Los últimos gigantes del mundo: las enormes gentes de la patagonia
El señor del árbol
La feria de las viudas
Rusia y la piedra filosofal
Los guerrilleros de la ciencia
Platillos voladores de la Biblia
El ovni asesino
El transplante de cabezas
La hormona de la muerte
El mundo de los Oroposotos
Los nombres de la gente
Receta contra la ausencia del ruiseñor
Los viejos y los nuevos héroes
Consejos a los enamorados
Primera lección en un curso de envenenadores
Nuevas palabras
Los misterios del hombre y de las letras
El sueño supremo
El monstruo indispensable
El verdadero enemigo
Tarzan ha sido capturado vivo
El centenario misterio del Sasquatch, el Yeti americano
¿Que sabemos del paraíso?
Los ángeles enamorados
La doctrina de los diez serafines
La falsa herejía de las tres vidas de dios
la verdad sobre Judas
Perdón para el Diablo
Eva la horrible
El instante sublime
Las vacaciones de Dios
El Diablo y la política contemporánea
El demonio de mediodía